La figura del presentador que ha sido siempre menos valorada que otras profesiones dentro del mundo del caballo, cobra cada vez más importancia. El buen hacer, su forma de trabajar y sus resultados, marca la diferencia entre los caballos buenos y los malos, más aún, de los que ganan o de los que pierden, que no siempre son los mejores, sino a veces los mejor entrenados, más preparados y mejor presentados.
La buena o mala presentación de un ejemplar influye en la buena o mala puntuación de cada región, que sumada y multiplicada por los coeficientes que componen la ficha actual, pueden variar la puntuación total de un ejemplar, marcando claramente la diferencia en las posiciones de los caballos y yeguas que compiten.
El presentador esta obligado a saber de equinos, a conocer sus reacciones y sus límites, nadie conoce los caballos como los presentadores, porque conviven con ellos y los necesitan para seguir viviendo. El conocimiento de su morfología, así como de sus movimientos es necesario para su trabajo, tienen que presentarlos ante uno o varios jueces y, más aún, ante el gran público que también dictamina su sentencia y deben disimular sus defectos, o por lo menos, intentar que no se vean. Esa es realmente la labor del presentador, la de mostrar a nuestro ejemplar en su máxima plenitud.
Para que el lector se pueda hacer una idea de la dificultad hay que ponerse en la piel del caballo. La competición empieza con una rueda previa donde el caballo debe ser presentado ante los jueces, después de esta primera presentación el caballo permanece parado en la fila durante un período de tiempo indefinido, que en el peor de los casos puede llegar hasta 2 ó más horas. A la llamada a pista, el caballo comienza al paso, donde debe estar relajado y claro después de una hora o más parado a la espera, en la fila, es lo que menos le apetece hacer, después sin llegar a calentar se le exige que galope en círculo, con cadencia, con impulsión, sí, con todo eso que exige el reglamento y que no todo el mundo tiene claro, y él piensa ”si yo lo que quiero es dar saltos y brincos que llevo parado un buen rato”. Después de estar galopando sobre un giro se le pide que se ponga recto y al trote, mostrando aquí su mayor expresión y, al instante se le pide que quede estático, aplomado, expresivo, bello, tenso… y todo esto solamente con un ramal y la voz del presentador. Esto, es difícil señor lector.
Deben pensar, que el caballo comienza su prueba sin un calentamiento previo antes de acceder a la pista, el presentador no conoce nunca la condición anímica de su ejemplar, solamente puede intuir en la salida si su caballo está demasiado relajado, aburrido o nervioso para poder solucionarlo durante los primeros trancos de la prueba, porque más tarde sería ya innecesario y esto es lo que realmente llega a obsesionar al presentador.
Los presentadores necesitan compartir nuestras experiencias. La cantidad de ejemplares que un presentador entrena y presenta a lo largo de su vida les da un riqueza incalculable y esta debe ser transmitida de mayores a jóvenes para poder se recordada.
Sebastián Bastida, Yeguada La Troyeta